Pude ver la última función de Mientras
canta el verano. Obra reestrenada por Espacio Libre, que nació del
laboratorio teatral Libera(c)ciones, en el 2012. «Un espacio de
experimentación y formación anual cuyo objetivo es romper la escena a partir de
un disparador creativo». Efectivamente,
Diego La Hoz, escritor y director de la obra, logra romper la representación
escénica tradicional. Pues es imposible determinar con exactitud cuál es el
tema central de la obra, cómo se cuenta la historia, cuál es el motivo que
genera la tensión dramática. Sin embargo, se percibe una gran cohesión y una
sólida propuesta estética que busca producir reflexión crítica en el
espectador.
Uno de los temas es la búsqueda de trascendencia. Tanto el joven Martín
Adán (Javier Quiroz) como el Gallinazo (Karlos López Rentería) anhelan, cada
uno a su manera, la inmortalidad. Este es el tema central en la primera parte.
Un joven Adán se enfrenta al deseo de crear su primera obra literaria, se
enfrenta a las ganas de convertirse en un gran escritor y entregar su vida al
arte. Esto produce un enfrentamiento entre Adán y el Gallinazo (quien es el dueño
del bar en donde transcurren los hechos), pues entre el deseo de trascendencia
del escritor y la vida de gallinazo del Gallinazo existe un profundo abismo: la
realidad.
Realidad a la que nos acercamos a través de dos personajes que completan el
ambiente en el pequeño bar. Una dulce e inteligente anciana (Aurora
Colina) y una atractiva y habilísima joven selvática (Eliana Fry
García-Pacheco) leen noticias inverosímiles que dan cuenta de un mundo
imposible: «La iglesia católica decide dar todo su dinero a los pobres», «Las
artesanías dan más dinero que la minería», «Chile devuelve Arica al Perú».
Ambas, a través de agudos comentarios critican tres elementos fundamentales de
la modernidad peruana: el gobierno, los medios de comunicación y la educación. Este
mundo concreto, conforme avance la historia, intentará asfixiar a Rafael de la
Fuente Benavides.
Hasta este punto todo parece transcurrir en el contexto histórico de
producción de La casa de cartón
(1928); pues, incluso, se brindan pequeñas viñetas históricas al público. Pero luego,
nos percatamos de que Martín Adán ha viajado en el tiempo, y lo vemos
enfrentarse al Perú moderno. Es testigo de los problemas de Barranco, distrito
donde está ambientada su clásica novela. Y es acorralado por innumerables
aspectos de una realidad que no le pertenece, en un momento Gallinazo le
increpa: «las vanguardias ya no existen, se extinguieron». Vemos, entonces, como si fuera esto posible, que
el joven escritor se enfrenta a la totalidad del tiempo histórico. Y esta es la segunda clave de lectura: los avatares de la creación que se enfrenta a la realidad. Si
bien hemos identificado un cambio temporal, esto es solo una treta analítica,
pues el tiempo es desvirtuado en toda la obra.
Como vemos, estamos ante una obra muy compleja. Quizás porque en vez de una
representación estemos ante la presentación de los conflictos, los temores y
los ideales de una colectividad. Y esta es la tercera forma acercarnos a Mientras canta el verano: entenderla
como una crítica frontal al sistema imperante. Crítica que caricaturiza la
realidad de una manera irónica y tierna, y por eso adquiere un tono nostálgico
y juguetón. De los discursos críticos que se emplean contra las instituciones
tutelares de la modernidad. El más desfasado y poco original es el que se
emplea contra la educación, que utiliza el tópico de la represión autoritaria,
especialmente a nivel sexual.
Lo que sigue es que los tres temas descritos están emparentados. La
creación no puede estar desvinculada de la realidad concreta; esta envolverá,
cubrirá con su velo desgarrador al creador y definirá su obra. El afán de
inmortalidad no es solo anhelo y precepto del poeta. Cada uno de los aspectos y
personajes de la realidad también desean la vida eterna. Por eso, hasta el Gallinazo, quien nos
recuerda que somos una «raza que se traiciona y se vuelve, por obligación,
más solidaria» reclama el lugar que merece en el Escudo Nacional,
en los libros –junto a Bolognesi–, en La casa de cartón de Martín Adán. Hemos
intentado armar un rompecabezas de Mientras
canta el verano, porque la presentación nos impactó, sería redundante
indicar que las actuaciones cumplen a cabalidad lo que demanda el director: «Lograr
el privilegio de mentir con impoluta sinceridad en el escenario, usando como
insuperable la realidad».
Gracias por este inteligente, útil y esforzado comentario. Nos anima seguir movilizando nuestra realidad desde el teatro. Es una responsabilidad que asumimos con amor urgente.
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