viernes, 14 de abril de 2017

¿QUÉ TIENE MIGUEL?

«¿Es tan difícil entender que si naces con la piel blanca, con “buen apellido” y con dinero, las cosas te serán menos difíciles que para el resto? Cuando tienes esos privilegios, para comenzar, no tendrás esa voz permanente dentro de ti que te dice todo el tiempo: eres cholo, te están mirando así porque eres cholo, te están hablando así porque eres cholo, no te darán el trabajo porque eres cholo, no puedes entrar en la discoteca porque eres cholo, te están haciendo trabajar más que a los demás porque eres cholo...»

Aunque esta cita de Marco Aviles, autor de ¿De donde venimos los cholos? (2016), sea cierta debemos decir que muchas cosas han cambiado en los últimos veinte años; pero, valgan verdades, la mayoría de estos cambios estan asociados casi exclusivamente a cuestiones de índole económica. En la actualidad hay cholos que tienen mucha plata, pero, quizás, el problema sea que no se identifican como cholos ─fenotípica o culturalmente─; y es que, aunque desde el mundo cultural y académico se han realizado denodados esfuerzos por construir una identidad nacional armonizadora, el Perú nunca se ha identificado con lo cholo.   

Actualmente, asociado al discurso del emprendedor y la cocina peruana, se busca construir un nuevo paradigma cultural integrador que rompa las oposiciones binarias. Para Dorian Espezua («Cultura chicha», 2008), esta nueva búsqueda de lo verdaderamente peruano se identifica con lo chicha, lo cual es definido como una mezcla de contrastes que se opone a lo armónico y lo establecido.


¿Qué tiene Miguel? escrita por Cesar Vera y dirigida por Fito Bustamante también se opone a lo establecido: no es armónica, es exagerada y desenfadada, no atiende a la verosimilitud, y utiliza lo fantástico de modo estrafalario. La obra está plagada de excesos, tiende a lo absurdo y opta por mezclar temas que, en la realidad pueden parecer cercanos ─religión, chauvinismo, conservadurismo, estereotipos sociales─, pero en un nivel estético y dramático, cuando están en escena, desentonan completamente.  

Miguel (Cesar Vera) convoca a una reunión familiar, quiere develar un secreto: es cholo o, en todo caso, quiere serlo... ¿Cuál es la razón por la que decide autodefinirse como cholo? No lo sabemos, pero lo descubriremos durante el transcurso de la obra. Como vemos, más de un secreto que debe ser revelado, el mismo título lo sugiere: ¿Qué tiene Miguel? En la primera parte la relación entre ese misterio por develar y la crítica social ligada el tema se maneja con solvencia. Sin embargo, después, los acontecimientos desvian la atención del tema principal. La historia de Miguel deja de ser una sutil búsqueda subjetiva de la identidad personal y se convierte en un conjunto abigarrado de sucesos que dependen de estereotipos sociales.   


Sonia (Carolay Rodriguez) es la empleada de la casa, la narradora y uno de los personajes principales. Sus discursos insertan el tema en la realidad, y su frescura y entusiasmo otorgan vida y sustancia a la puesta en escena, al menos durante la primera parte; ya que después su personaje pierde importancia actoral. Completan el elenco Trilce Cavero, Raul Durand, Nícida Pitta y Martín Velásquez, quienes manejan adecuadamente el humor blanco y estereotipado que gobierna la obra.

Aunque tiene muchas debilidades, esta obra es importante para el teatro nacional. Es la primera vez que veo en escena el tema del racismo desde la óptica cultural de la nueva clase media urbana. No sabemos en qué distrito vive Miguel, pero definitivamente no vive en San Borja, Miraflores o Surco. Otro elemento sintomático y sugerente es que el papá de Miguel sea homosexual. Al inicio de la obra, este personaje contrasta con Miguel. ¿Salir del clóset de la choledad será tan traumático como salir del clóset de la homosexualidad? ¿En todos los casos, los que defienden sus derechos como homosexuales o lesbianas defenderán también una igualdad de oportunidades que no privilegie rasgos fenotípicos? ¿Qué papel cumple el asendrado sentimiento religioso que profesa la mayoria de peruanos en el intento de construir una sociedad armónica e igualitaria? Estas y otras preguntas son una evidencia de que ¿Qué tiene Miguel? es una propuesta audaz, esperamos que sea el primer paso de un largo camino.


jueves, 6 de abril de 2017

INSTINTO DE TRANSFORMACIÓN

Cuando niño, me encerraba en mi habitación e imitaba a Seiya, el caballero Pegaso de Los caballeros del Zodiaco; luego, años más tarde, protagonizaba acaloradas historias que alimentaban mis fantasías juveniles. Ahora... ahora tengo el teatro y la literatura... ¿Por qué no podemos vivir sin actuar? ¿Por qué siempre recreamos alguna historia o jugamos a ser alguien más? Según Nicolas Evreinoff, teórico y director ruso, existe algo llamado instinto de transformación (the instinct of transformation). Para él, el teatro es infinitamente más grande que el escenario; y es tan esencial para la vida como el aire, la comida o las relaciones sexuales.

Debido al instinto de transformación tenemos la necesidad de jugar a ser otro(a). Este juego instintivo es vital porque nos ayuda a generar empatía y nos permite luchar contra la adversidad. Al ser un instinto, es un arma de defensa cuya única finalidad es garantizar el goce, aunque sea ilusorio y momentáneo.


En esta oportunidad comentaremos dos funciones diametralmente opuestas, pero que se emparentan porque ambas utilizan el juego de roles como disparador dramático. La primera es una obra clásica: Las criadas (1947) de Jean Genet. Esta obra fue parte de XVI Festival de Teatro Saliendo de la Caja, fue dirigida por Omar Del Águila y protagonizada por dos jóvenes egresadas de la Facultad de Arte Dramático de la PUCP. La segunda es una obra comtemporánea: Penúltima Comedia Inglesa (2013), escrita por el chileno Marco Antonio de la Parra, dirigida por Sergio Achiraico y protagonizada por Úrsula Kellenberger y Paco Caparó.

Las jóvenes actrices Mariapía Condorchua y Ximena de la Puente se aventuraron a protagonizar a Clara y Solange: las criadas. Sus actuaciones, de la mano de la experimentada Ximena Arroyo ─la señora─, nos permitieron gozar el arte y la sutileza del texto de Genet. Evidentemente, la dirección también fue fundamental. Omar Del Águila logró una propuesta depurada y certera, con el ritmo y la dinámica apropiados para no aburrir al espectador. Las criadas nos relata la historia de dos sirvientas que anhelan ser la señora de la casa. Ellas desean una vida digna, un destino distinto; para eso, crean una ficción y juegan a ser la señora. No sabemos si la ficción se mezcla con la realidad o la realidad con la ficción, pero en el transcurso de ese juego la violencia adquiere cada vez mayor protagonismo... el destino de las criadas es irremisiblemente trágico.


Por el contrario, como su nombre lo indica, la obra, encantadoramente protagonizada por Ursulla Kellenberger y Paco Caparó, es una comedia. Como en Las criadas, los protagonistas juegan a ser otras personas; el problema, que genera suspenso, emoción e incertidumbre durante toda la función, es que no sabemos quienes son verdaderamente. No son Carlos e Irma, los almidonados amos ingleses; tampoco son Rita y Jaime, los serviles pero pícaros sirvientes... ambos nunca revelan sus identidades... Solo sabemos que están encerrados y atrapados, que tienen miedo y que el único goce que perciben es jugar a desearse, con erotismo, pasión y violencia.

Pero además de no saber quiénes son, tampoco sabemos dónde están ni qué es lo que pasa afuera: ¿a quién o a qué le tienen miedo? Nos hablan de vagabundos, de personas que están en el sótano, en la cochera, pero no sabemos exactamente quienes son. De modo que nos vemos sumergidos en un ambiente completamente confuso. La particular atmósfera que crea el espacio del Teatro Club de Lima permite una estrecha intimidad con los personajes, sentimos que estamos dentro de su espacio, en una vieja casona... El ritmo de la obra aumenta de manera muy sutil, los cambios de roles son más intensos e inesperados, hacia el final son casi constantes. Sin embargo, en todo momento, esa confusión alimenta el suspenso. El espectador nunca se pierde por completo porque el timing se maneja de forma acertadísima. Las excelentes actuaciones y el astuto recurso que propone el director para el final coronan esta comedia inteligente y fresca.


Existen algunas similitudes interesantes entre estas dos obras. En ambos casos el juego de roles esta asociado al exceso y la violencia. A su vez, en ambas historias la muerte tiene un rol protagónico. En Las criadas, Clara se sumerge en el papel de la señora para cumplir su fatídico destino. En Penúltima comedia inglesa, ambos personajes destruyen su subjetividad para ¿seguir aferrados a la vida? ¿Por qué ese jugar a ser otro(a) se vincula con la muerte? ¿Será que la muerte es nuestra última gran transformación? Según Evreinoff, en algunas culturas premodernas, el efecto teatral, originado por el instinto de transformación, es más importante incluso que el bienestar físico... por eso existen los tatuajes, las perforaciones y otros mecanismos de transformación. De esto podríamos colegir que toda transformación, entendida como juego actoral, implicaría un cierto grado de violencia... ¿será así?