jueves, 10 de noviembre de 2016

LUZ OSCURA

La mayoría de personas pasan por la vida sin sentir grandes motivaciones en el corazón, sus intereses son creados por la vida misma, quieren viajar, enamorarse, tener fortuna. Sin embargo, existen algunas que tienen otro tipo de aspiraciones, quieren dominar un arte, ser expertos en determinada materia, explorar ideas o conceptos... Estos deseos no tienen como motivación directa la vida, sino que se transmiten a través del arte, la religión, la ciencia. Generalmente, las personas más contrariadas e infelices son las que no saben distinguir claramente qué es lo que quieren. El profundo deseo de expresar el mundo desde su subjetividad se convierte en una sombra que los corroe por dentro y les susurra palabras como poder, fama, trascendencia. En ese momento, una luz oscura se apodera de sus egos enfermos, y sus vidas comienzan a ser gobernadas por la ansiedad y desesperación.


Luz oscura, obra escrita por Gonzalo Rodríguez Risco y Julia Thays, nos cuenta la historia de Amanda Luna (Nidia Bermejo), una infeliz actriz que no pudo lograr sus objetivos; y, por eso, vive autoexiliada en España y protegida por su esposo Fernando (Alberick García). Ambos regresan a Lima, donde los espera Willy, un amigo cercano de Amanda Luna o Mandy, como él la llama, quien alcanzó el éxito a costa de innombrables sacrificios. A partir de la historia de Amanda Luna, se muestra la realidad en su dimensión más grotesca y descarnada; la obra no solo nos habla del mundo teatral y artístico sino también de la condición humana actual, ya que trabaja tipos psicológicos complejos en cada personaje. Luz oscura es terrorífica porque recrea la infelicidad del ser humano. Hombres y mujeres que enloquecen por la fama y el poder, que mendigan afecto, que deambulan acosados por el mundo, desamparados, desesperados.

Pero todo esto conservando un impecable trabajo estético y explorando innumerables matices. Los tres actores fluyen en escena como fantasmas durante casi todo el montaje. Movimientos performáticos y otros recursos escénicos –iluminación, utilería– se combinan con los parlamentos, de modo que, al mismo tiempo que se seduce al espectador, se plantea una interpretación intelectual demandante. Es que la estructura de Luz oscura es especial, no particularmente porque recurre a la narración circular, sino porque a través de las escenas y diálogos se exploran los pensamientos de los personajes, para ello se combinan voces, se mezclan recursos escénicos, se quiebran los ritmos. El montaje logra cambiar el registro emocional de manera estupenda. Se pasa de un tono jovial e irónico a uno ácido y despiadado. Un momento de candor y ternura se puede convertir en uno desagradable y patético. En uno de los momentos dramáticos más intensos, Amanda Luna es acosada por todos sus demonios, entonces, sale de escena, rompe la cuarta pared, grita y utiliza un recurso metaficcional memorable.      


Los tres personajes plantean personalidades psicológicas disfuncionales. En ese sentido, es necesario recrear emociones complejísimas para darles vida. Felizmente, los tres actores cumplen plenamente con este requisito. Amanda Luna cobija en su interior a Mandy y Sofi, la primera es una grácil y delicada actriz, la otra, una niña-mujer sensual y contrariada. Nidia Bermejo representa estos papeles perfectamente. Se desenvuelve con gracia y elegancia entre la performance y los parlamentos, es sutil y atractiva cuando su papel adquiere cierta carga erótica y desconcertante cuando bordea el umbral de la locura. Jesús Neyra logra que Willy conserve su orgullo intacto a pesar de su afección traumática. Pensamos encontrar estereotipos en la actuación y la voz de Jesús, pero todo lo contrario, supo crear un personaje propio y autónomo, con los matices psicológicos necesarios. Finalmente, Alberick García nos tiene acostumbrados a actuaciones correctas, es uno de los actores más constantes del medio.

La dirección estuvo a cargo de Julia Thays, de lo expuesto se puede colegir que estamos ante un trabajo impecable. No obstante, Luz oscura es memorable, principalmente, por las actuaciones, las cuales permitieron crear un mundo aterrador pero seductor al mismo tiempo.