Aproximación. En uno de los monólogos más importantes de La dieta eterna, obra escrita por
Gabriel Rossel y dirigida por él y Paula Zuzunaga, el protagonista, Zeta,
afirma: «Tú no amas la vida, amas lo que la vida significa…» Si amamos lo que la vida significa, una pregunta adecuada para comprender
el sentido de nuestra existencia sería ¿cómo damos significado a la vida? Esta obra
plantea, implícitamente, una respuesta, ya que propone una exploración de la
verdad a través de la palabra. Exploración que, posiblemente, podría salvar a
Zeta, quien ha decidido suicidarse.
De modo que la
palabra le da significado a la vida: resulta evidente, pero hay un pequeño
problema: «el mundo gira con la mayoría de nosotros callados». Así, en
este mundo, el silencio se convierte en el preludio eterno de la muerte, en una
dieta eterna durante la cual no vemos lo evidente, solo esperamos, esperamos,
que los hechos latentes, desgarradores; sucedan, exploten. A propósito de la
verdadera verdad de la vida decía Grotowski: «En nuestros esfuerzos diarios
tratamos de ocultar nuestra verdad íntima». Pero, entonces… ¿qué es la verdad?,
¿es acaso aquello a lo que no queremos darle significado? No lo sabemos, por lo
pronto sabemos que es inversamente proporcional al silencio.
Este inicio, un
poco abrupto y desatinado, es necesario cuando una obra tiende a la totalidad. La dieta eterna se ocupa de innumerables
aspectos –suicidio, muerte, violencia sexual, traición, etc.– y aborda distintas facetas del ser humano –biológica,
ética, psicológica–. Por lo tanto, hemos tratado de descifrar el
que, para nosotros, es el enigma principal: ante una situación límite (qué
puede ser cualquiera), ¿qué es lo que nos permitiría continuar y darle sentido
a nuestra vida? Zeta (Henry Sotomayor), un joven bipolar que se entera que su
enamorada le fue infiel (¿o no?) con su hermano mayor, intenta responder esta
pregunta.
Puesta en escena.
Durante la representación el tono varía. Hasta la mitad, la ironía y el
sarcasmo, sumamente sofisticados, gobiernan la representación, luego disfrutamos
momentos dramáticos extremos, efectivos y bellos. Como esbozamos arriba se
exploran distintas facetas del ser humano. ¿Qué es lo que gobierna finalmente
al hombre? ¿El aspecto biológico, el psicológico, el moral? Se utilizan una estructura argumentativa y una disposición narrativa no
tradicionales. La acción se interrumpe constantemente. Los personajes dialogan con el
público, y con el contexto social a través de referencias actuales como las
redes de mercadeo, el problema del transporte, etc. Monólogos sensibles e
inteligentes capturan al espectador. Juegos de palabras, y contrastes extremos
y sugestivos provocan nostalgia y ternura. La dieta eterna, en suma, puede satisfacer a cualquier tipo de público ya que
entretiene, nos regala emociones poderosas, y es atractiva a nivel intelectual.
Actuación. Para
que funcione una puesta en escena tan ambiciosa se necesita un elenco destacado.
Henry Sotomayor comanda la representación de manera estupenda. Pues controla
los extremos cambios dramáticos; pasa de una superficialidad jovial a un
vertiginoso patetismo sin ningún contratiempo. En dramas como este, donde toda
la responsabilidad recae sobre el protagonista, ocurre que este opaca al resto
del elenco. Pero en La dieta eterna ningún
actor realiza una performance menor: Milagros (Airam Galliani), Enrique
(Ernesto Ballardo), Sandro (Sergio Cano) y la madre (Salomé Reyes) lograr crear
personajes vivos que cumplen perfectamente su papel en el mundo que crea Zeta. Cómo
se logró un nivel tan profuso de representación. En palabras de Ernesto
Ballardo, para dar vida a personajes así se debe «indagar menos y encontrar
más; hacer más y preguntar menos». Apelando nuevamente a Grotowski, estos
lineamientos se asemejan a los del actor
santificado, que para crear al personaje prefiere la experimentación y la
eliminación, en vez de la acumulación y la investigación. Estamos ante una
técnica inductiva que, a través de la liberación de toda resistencia, moldea al
personaje sobre la superficie corporal del actor. Rodrigo Morales completa el
elenco. Su composición musical eleva aún más el atractivo intelectual de
la obra.
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