Probablemente, el nivel de producción
de Piaf no tenga precedentes en el
teatro limeño. En una excelente entrevista del portal “Lima en Escena”,
Patricia Barreto (Edith Piaf) comenta: «Investigué todos los detalles sobre la vida
de Edith Piaf. Viajé a Francia. Estuve en París y armé una ruta de lugares por
los cuales Edith transitó. Su casa, los espacios en donde cantó. Me entrevisté
con una serie de personalidades que la conocieron. Escuché todas sus canciones.
Investigué cómo las cantó y por qué las interpretó. Averigüé sobre sus
acciones, sus gustos, sus movimientos y actitudes para realizar una
interpretación más cercana al personaje».
Era obvio que debía existir un gran
trabajo de investigación detrás de esta puesta en escena. La interpretación de
Patricia –especialmente cuando la escuchamos cantar− rebasa cualquier
expectativa. Y si al inicio dudamos que alcance el nivel esperado, quizás sea
porque una Piaf adolescente y totalmente mundana es demasiado extraña para
nosotros. Pero en las escenas siguientes la actuación se consolida; la
personalidad desgarradora y potencia arrolladora de Piaf van cobrando forma; y llegamos
a sentir la crueldad del destino; la resistencia de la vida, que parecía no
estar preparada para el éxito absoluto de Piaf.
Pero en la obra dirigida por Joaquín Vargas
hay otra gran protagonista. Sabemos, y Piaf
es una muestra de ello, que todos los elementos teatrales, y no solo la
interpretación y los parlamentos, tienen la capacidad de crear significación. En este caso, la iluminación permite que algunas escenas adquieran un tono
épico, debido al manejo de claroscuros; proyecta sombras que generan una especie
de densidad temporal en ciertos personajes; e, incluso, ayuda a manejar mejor el
suspenso. En la línea de este último recurso también se aplica la técnica cinematográfica
slow motion, quizás no de manera
efectiva; pero sí, sugerente y atractiva.
Finalmente, la tormentosa vida de la
cantante francesa plantea dos preguntas: «¿De qué fibra está hecho el ser
humano? ¿Dónde encuentra la fuerza una mujer como Piaf?» Evidentemente, solo la segunda
pregunta es pertinente. Piaf fue una mujer fuera de serie. Su libertad y
poder transgresor no tenían límites. Sin embargo, no se bastaba a sí misma. Su fuerza dependía de la necesidad de un amor que todo lo consuma, y su vida estuvo llena de excesos; sin embargo, a pesar de todo, alcanzó el éxito absoluto. Tenía las cualidades para
convertirse en una de las más grandes artistas del mundo, y lo hizo. ¿Cómo lo logro? ¿La genialidad termina cuando la pasión y el frenesí escapan del control del artista; o, justo cuando esto sucede es que estamos ante el verdadero genio artístico? Edith Piaf vivió sin que su alma se detenga en ningún programa, sin que su fuerza incontrolable
quedara reducida, sin traicionar su verdad jamás. Esta obra no solo le rinde tributo
a ella; también es un homenaje a muchas mujeres que jamás concederían duda alguna sobre la entera verdad de su alma.
Gracias por hablar de la luz de Piaf 😉
ResponderEliminarGracias a ti por el comentario, y la buena onda!
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