Rosa Cuchillo de Yuyachkani, interpretada por Ana Correa y dirigida
por Miguel Rubio, utiliza la teatralidad y el performance. En palabras de la protagonista, este montaje puede ser
definido como «una acción escénica para ser confrontada en los mercados
peruanos».
¿Performance o acción escénica?, en
realidad, estas palabras podrían ser tomadas como sinónimas. Además,
considerando la amplitud de significados que tiene el concepto performance y la dificultad de encontrar
un equivalente de esta palabra en el idioma español, la categoría acción escénica,
propuesta por Ana Correa, resulta pertinente.
Este unipersonal se inspira en la
novela homónima de Oscar Colchado. Pero solamente eso, no estamos ante un
adaptación, ya que, en la novela, Rosa, luego de llegar al Janaq Pacha (región
alta donde habitan los dioses y las almas escogidas), descubre que en realidad
era Cavillaca, una huaca muy bella que vivía en tiempos anteriores a los del
hombre; en cambio, en el montaje de Yuyachkani, Rosa es solo un «alma
viva»
que regresa a la tierra. Ana Correa y Miguel Rubio utilizan esta novela como
pretexto para investigar el rol de la mujer en el tiempo de la violencia,
específicamente el rol de la mujer como madre.
Rosa, guiada por la Providencia y
su perro Wayra, recorre el mundo de los muertos buscando a su hijo Liborio.
Esta búsqueda es reescrita por el cuerpo de Ana Correa (Rosa Cuchillo). Rosa ha
regresado al mundo de la vida para hacer florecer la memoria, para curar a su
pueblo de la pena. En la presentación a la que asistimos −en
el Británico de San Miguel− no solo pudimos apreciar la acción escénica o performance, sino todo el proceso de
construcción del montaje. Este proceso, más que por la investigación estética, estuvo guiado por la investigación
antropológica. Esto resulta lógico dado que el performance es «un acto de intervención efímero que
constituye una provocación, un acto político, un acontecimiento que deja
“huellas de un acto real” (Jodorowsky) dentro de una zona de conflicto
socio-cultural»[1].
Rosa Cuchillo quiere ser un rito de purificación guiado por el
trabajo performático –dar vida a través de la acción−. En ese sentido, la
principal cualidad de esta composición es la utilización de la danza y la coreografía
con distintos objetos (báculo, cuchillo, quero) para crear un clima propicio
para la comunión mágica y espiritual. El momento iniciático es creado por la
vestimenta, la entrada y el pequeño discurso de presentación de Rosa Cuchillo.
La dimensión de la mesa –la misma que se utiliza en los mercados donde se realiza la
presentación− es pequeña para concentrar la energía y favorecer al rito. Luego,
el cuerpo de Rosa se transforma en signo a través de la danza y la música, y
crea un puente que propicia el acto ritual.
Es importante reparar que el cuerpo de
la protagonista adquiere plenamente una dimensión performativa; y, en este
caso, no hablamos de la cualidad performática del montaje ni de la performance en sí misma. Un lenguaje performativo
es aquel que tiene el poder de hacer cosas (J. Austin). En el rito el lenguaje
evidencia todo su poder performativo, las palabras hacen cosas: curan
enfermedades, alivian el ánimo, curan del susto. En los actos rituales que
conozco, las palabras son el arma principal y el resto de elementos son
accesorios secundarios. En Rosa Cuchillo de Yuyachkani sucede lo contrario. La
danza, los movimientos coreográficos, los objetos, la teatralidad –capacidad de
guiar orquestadamente la mirada del otro− cumplen la función performativa
primordial, sustituyen a las palabras, e intentan curar a las personas y aliviar
sus penas.
Buena noche,esta vivificación hizo trabajar todos mis sentidos a través de mi imaginación, en palabras simples, me sedujo. Les agradezco por la epifanía.
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