Diego La Hoz se define a sí mismo
como «un
director que escribe»; y solo los que conocemos el trabajo de Espacio Libre podemos
comprender a qué se refiere cuando dice esto. Los textos de los montajes
escritos y dirigidos por él obedecen a su particular poética de dirección y
nacen en el pequeño y acogedor escenario de la casa-teatro Espacio Libre. Sus
montajes son fragmentarios, utilizan un lenguaje poético, buscan la
participación del espectador y tratan temas neurálgicos de la realidad
–políticos, sociales, económicos, culturales− a través de un collage donde el
humor es la herramienta principal para provocar la reflexión crítica del
espectador. A todo ello se suma un impecable trabajo estético y una clara
consciencia de la importancia de la estructura dramática.
Por todas estas cualidades es muy
interesante e importante para el público limeño que Espacio Libre haya salido
de casa. El país de la canela es una
obra escrita por Alonso La Hoz y dirigida por Diego, en ella actúan tres
integrantes de Espacio Libre –Karlos López Rentería, Javier Quiroz y Eliana Fry
García-Pacheco− y el gran actor Ramón García. De modo que estamos ante una obra
que cuenta con el sello certificado de Espacio Libre; así que están presentes
muchas de las características descritas anteriormente, claro que con algunas
diferencias y particularidades. El país
de la canela es una alegoría, recrea un escenario posbélico y alude a la
corrupción y degradación que imperan en un estado caótico. Un capitán –Ramón
García − y un alférez –Karlos López− realizan un recorrido, quieren encontrar
la memoria del capitán; su búsqueda, luego de encontrarse con distintos
personajes, los conduce hasta el líder rebelde.
Dadas las condiciones del espacio
escénico y con la finalidad de crear la necesaria intimidad que necesitan los
montajes de Espacio Libre, dos personajes interactúan con el público incluso
antes de entrar a la sala. Podemos identificarlos rápidamente como los villanos
por su vestimenta, su maquillaje y sus acciones. Esto nos obliga a pensar que
el capitán y el alférez son los héroes; lógicamente, durante la obra, esta
línea divisoria se tornará difusa. Atendiendo a esta división, existe una
diferencia en la performance de los distintos actores. Mientras que el registro
de Ramón García y Karlos López es realista; los que identificamos como villanos,
Javier Quiroz y Eliana Fry, utilizan un registro farsesco y su actuación es más
afectada. Puede ser que esto se deba a que los “villanos” y los distintos
personajes que encarnan Javier y Eliana actúan como una especie de coro griego;
sostienen y dan sentido a las distintas acciones de los protagonistas; construyen
el mundo caótico donde transcurren las acciones. Sin embargo, de todas maneras,
esta diferencia desluce la percepción final del montaje; seguramente se hallará
un equilibrio durante las siguientes funciones.
Como en todos los montajes de Diego,
no existe una secuencialidad lógica entre los distintos hechos y motivos de la
historia. Esto obliga a que la estructura sea trabajada con sumo cuidado, pues
evidentemente debe existir cohesión y unidad. En este
caso, parece que se busca crear una estructura circular. La primera escena, que
en realidad es un prólogo, pues da cuenta de hechos muy anteriores, acaecidos
durante la guerra de la canela, se vincula visualmente con una de las escenas
finales, cuando el alférez lograr liberar al capitán de las manos del líder rebelde
y su lugartenienta. Esta solución, aunque no es muy convincente, logra
subsanar, en cierta medida, las fallas en la estructura del texto. En casa Espacio Libre, las
composiciones de Diego La Hoz crean conexiones estructurales muy efectivas y
sorprendentes, para lograr esto se apoyan en la intertextualidad y cuestiones
de índole semántica, además son creadas en y desde el escenario.
De todas maneras el texto de Alonso La
Hoz cuenta con muchos aciertos y se emparenta con la poética de Espacio Libre.
Ya que, a través de un lenguaje aforístico: «Sonreír es un fin en sí mismo»,
«ser alguien es algo tan sencillo como levantarse de la cama», «el perdón es la
forma más elegante de venganza», se logra conectar conceptos abstractos (sueños,
corrupción, guerras, utopía, muerte…) con la esperanza y el desencanto que
transmiten, respectivamente, el alférez y el capitán. De esta manera el público
logra percibir y disfrutar conceptos que en la vida real son problemáticos y
difusos.
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