Bolognesi
en Arica de Alonso Alegría recrea los momentos previos a la
batalla de Arica del 7 de junio de 1880. Esta batalla era decisiva para la
campaña terrestre, ya que el Morro era el último reducto para la defensa del
sur peruano; quizás por eso Bolognesi estuvo esperando, hasta horas antes de la
batalla, los refuerzos necesarios para enfrentar al enemigo. Esos refuerzos
nunca llegaron ─ni Leiva ni Montero─; sin embargo, Bolognesi y sus
lugartenientes decidieron quedarse en Arica, cumplir con su deber y salvar la
honra nacional.
Podríamos pensar que Alegría
intenta recrear este momento histórico, fundamental para la nación, desde una
óptica humana; y así poder conocer al hombre detrás del mito. Pero, lamentablemente, esto no ocurre. La propuesta
se acerca, más bien, a una justificación simple y anodina del mito del Morro y la proeza del héroe. Bolognesi en Arica fermenta nuestro chauvinismo y evidencia algunos
sucesos políticos que propiciaron la derrota de Bolognesi ─enfrentamiento entre
civilistas y pierolistas─, pero no nos muestra a un Bolognesi humano, no
problematiza el fundamento de nuestra identidad nacional, no cuestiona el
arquetipo del héroe, no realiza una reconstrucción histórica acuciosa e
interesante.
Entonces, ¿por qué Bolognesi en Arica parece una obra
emocionante y atractiva? Si prestamos atención, el texto es unidimensional, los
efectos dramáticos son sencillos y todo el tiempo se recurre a los símbolos
patrios para justificar la acción de los personajes. Todos estos elementos nos
obligan, indefectiblemente, a comprometernos con el héroe. Somos parte de una
triste clase de historia ─tal como lo plantea el autor─ donde conocemos algunos pormenores del destino
inevitable de la patria.
Así, la estructura dramática
convierte al público en un grupo de estudiantes que van a descubrir algo
trascendente: la razón por la que Bolognesi decide quedarse en Arica hasta
quemar el último cartucho. Una alumna-personaje (Piera del Campo) interpela
todo el tiempo a la profesora (Carolina Barrantes) ─quien narra y ayuda a reconstruir
la historia─ y a los protagonistas de la gesta épica. Ella quiere descubrir por
qué deciden afrontar su destino y dar sus vidas por la patria, cuando este país
está plagado de ladrones y corruptos, cuando los políticos que debieron y deben
velar por nuestra integridad y desarrollo son los más perversos conspiradores.
Tuve la oportunidad de ver
dos veces Bolognesi en Arica, la
primera, en Lima y, ahora, en Tacna. Si la memoria no me falla, existe una
diferencia fundamental. La propuesta que Alegría trae a Tacna es mucho más
explícita; por lo tanto, el patrioterismo efectista es más evidente. Cuando la
alumna-personaje sube al escenario a preguntar directamente a Bolognesi (Diego
Lombardi) los motivos por los que decide permanecer en Arica ─momento
culminante de la obra─ el autor opta por hacerle decir al héroe algo como “debo
salvar la honra nacional”. Luego la estudiante matiza este tremendismo y
plantea la siguiente interrogante: “¿Qué hubiera sido de nosotros sin Bolognesi
o Grau?”. La tesis es evidente, donde campean los pusilánimes y corrompidos
siempre existirán algunos pocos hombres que cumplirán su deber con hidalguía y
honor. Sin embargo, ¿era necesario hacerle decir al héroe algo tan evidente?;
por la propuesta en general y estos recursos efectistas en particular Bolognesi en Arica roza lo dogmático y doctrinario,
cuando una propuesta que explora la figura de un héroe nacional debiera ser todo
lo contrario.
El teatro tiene deberes más
elevados que insuflar nuestro patrioterismo. Revelar verdades de Perogrullo,
realizar indagaciones superfluas, recurrir al patetismo extremo para provocar
un efecto en el espectador son funciones muy pedestres. ¿Por qué decidió
quedarse Bolognesi en Arica? Hay muchas maneras de responder esta pregunta,
Alegría optó por una doctrinaria y moralista, con tintes patrioteros e
históricos. El resultado fue un Bolognesi exótico, propio de un salón de
primaria. El poder esclarecedor del teatro va mucho más allá. ¿Cuál es la razón
de la sinrazón del amor por el Perú? ¿Existe amor detrás de las acciones del
héroe o solo deber y honor? Tal parece que la horrible metrópoli no puede
contestar estas preguntas…
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarEs muy interesante que esta "otra" propuesta, diseñada para viajar, ponga en evidencia el músculo deteriorado de nuestra insufrible educación peruana y sus glorias. ¿Qué pensará el público tacneño? Sería interesante preguntarle. Finalmente son el territorio vivo (y custodio) de esta historia. ¿Alguien se animará comentar? Diego La Hoz.
ResponderEliminar¿Una versión diferente a lo que se vio en Lima?
ResponderEliminarAsumiendo que sea cierto: es sabido por todos que es válido tomar parte de la historia y llevarla al escenario con una buena dramaturgia y buenos o malos actores, pero es necesario hacer una “adaptación” para caer en gracia a los tacneños? ¿Teatro histórico o teatro de museo? Los montajes son vivos, dejan el papel escrito para saltar al escenario, lo que está permitido es adaptar al espacio que varía según el lugar y las necesidades técnicas mas no una versión chauvinista en una Tacna que vivió en carne propia los efectos desgarradores de una guerra en diferentes condiciones bélicas.
Dra. Fernanda