Arístides Vargas (Argentina,
1975) es uno de los autores latinoamericanos vivos más importantes. Su
dramaturgia toca temas fundamentales de la idiosincrasia política y cultural
latinoamericana como la pérdida de identidad, la memoria, el destierro. Estos temas
son recreados en espacios no realistas y a través de textos poéticos muy elaborados. Como prueba es esto, es suficiente leer algunos de sus
títulos: Jardín de pulpos, La edad de la ciruela, Donde el viento hace buñuelos... Nuestra Señora de las Nubes, su obra más
emblemática, no es la excepción, pues aborda el tema del exilio, utilizando un
lenguaje alegórico y poético muy refinado.
Bruna y Oscar son dos
exiliados de Nuestra Señora de las Nubes, un pueblo que puede ser cualquier
pueblo de Latinoamérica. Sus conversaciones tratan de alejar el olvido, dan
vida a distintos personajes y evocan la historia de su pueblo, que aparece
lejano, a punto de perderse en el olvido. El objetivo es reconstruir Nuestra Señora de las Nubes. Para ello, las conversaciones de Bruna y Oscar, los dos exiliados, se intercalan con anécdotas de distintos personajes del lejano terruño.
La
pequeña compañía pujante, bajo la dirección de Luis Ramírez,
asume el reto de representar esta obra. Lo primero que llama la atención al ver
su propuesta es la excesiva utilería que emplean (distintos objetos cubiertos con
sábanas, luces tenues y pallets que
sirven para demarcar el espacio de la presentación). Parece que esto fuera a
entorpecer las transiciones e interferir con la apreciación poética del texto,
pero eso no ocurre. Más bien la nutrida escenografía es vital para crear la
atmósfera necesaria. Todos esos implementos ayudan a construir un cosmos que
evita que la poesía se escape.
Otro elemento sugerente son
las transiciones y el final, momentos en los cuales aparecen los cuatro
personajes en escena. Los desplazamientos y las performances que se utilizan
logran acoplar la obra, dar coherencia a toda la puesta en escena. Gracias a todos estos recursos y la correcta actuación del equipo, se logra lo más complicado en obras de este tipo: crear un universo que asegure la
coherencia ficcional y simbólica de la puesta en escena.
Las actuaciones a cargo de
Alizia Cuadros, José Carlos Salcedo, José Miguel Vallejos y Yanina Carrasco
revelan versatilidad y mucho futuro por delante. La proyección de la voz es
adecuada, aunque resta trabajar fluidez, claridad y manejar la impostación de
manera más natural. En esta obra hay escenas cómicas y escenas poéticas. Las
primeras fueron las más logradas, aunque hace falta un mayor entrenamiento en
la conexión con el público. No se lograron momentos dramáticos de hondo calado,
aunque es meritorio que haya existido un equilibrio entre lo cómico y lo
poético.
Es sumamente gratificante
que Tacna comience a tener espectáculos teatrales de calidad. El público pudo
apreciar toda la riqueza de un texto de primer nivel y respondió efusivamente. Emociona
mucho que la gente quiera consumir teatro y emociona más que existan grupos de
teatro que demuestren la pericia y la técnica adecuadas.
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