Hace unas semanas, se
presentó en la casa Laramamango la obra La
pared del colectivo Mb2, Centro para la experimentación de las artes de
Arica. Las fotos y los videos promocionales anticipaban una obra no
tradicional, donde la performance y los desplazamientos ocuparían un rol
protagónico; y efectivamente esa fue la propuesta. Un grupo de actores, todos
pintados de blanco, pero conservando cada uno su subjetividad; nos contaban,
con sus cuerpos, una historia de opresión, en un tono épico comandado por la
percusión de una batería.
Estos son nuestros sueños
“en el quimérico intento de avanzar”. “Yo soy tú y no quiero esto para ti”. Los
pocos textos hacían alusión a una lucha entre opresor y oprimidos, entre
ortodoxia y heterodoxia, entre seguir una doctrina o buscar tu propio camino.
Pero más que una representación textual esta obra fue una presentación convivial
(en términos de Dubatti). El lenguaje, la ficción y el texto no ocupaban el
centro. La acción dramática se expresaba a través de una fusión entre la performance
de los actores y la partitura musical proporcionada por el instrumento (batería).
Así, La
pared propone un teatro performativo, y es un claro ejemplo de
teatro postdramático; ya que el hecho teatral no se sitúa en el texto, sino que
se desplaza al conjunto total de la puesta en escena. Si nos alejamos de la
ficción, que está comandada por el texto, también nos alejamos de la catarsis
aristotélica. No estamos ante un teatro mimético representacional. Tampoco creo
que podamos pensar que un teatro de este tipo produzca el efecto de
distanciamiento brechtiano. Entonces, ¿cuál es el efecto que produce el teatro
postdramático en el espectador?
Cuando se explora los límites
de la representación, se debe subvertir el poder simbólico de la palabra. En La pared la palabra queda relegada a un
segundo plano por la música y la expresión corporal. Sin embargo, poco a poco,
conforme la obra avanza, esta opta por un sentido más teleológico,
ciertos personajes van adquiriendo más protagonismo que otros y vamos
comprendiendo mejor una “historia” que nos quieren contar. En ese momento, la
propuesta inicial se termina; la completa ruptura de la representación se
acaba. No estamos seguros si esto contribuye o no a la puesta en escena. El
teatro posdramático es una presencia no es una historia. Apela a lo sensorial,
lo emocional y lo físico. No se trata de escuchar un texto o de colegir una
historia, sino de entrar en un momento que propugne algo en un plano ontológico
distinto al de la razón.
Creemos que el colectivo Mb2
debe elegir un camino y apostar todo en él. Es evidente que existe una
propuesta sólida y las herramientas suficientes para crear un teatro de
vanguardia (que vaya adelante y comande el desarrollo teatral). Por lo demás,
por este tipo de propuestas y por toda su interesante y denodada labor, no es
pretensioso decir que la casa Laramamango es el principal núcleo cultural de la
ciudad de Tacna. ¡Salud, felicitaciones y larga vida!
No hay comentarios:
Publicar un comentario