Luego de leer Los Tupac Amaru 1572- 1827 de Omar
Aramayo, es imposible no odiar a España, pero, sobre todo, no odiar la forma en
que nació la república del Perú: negando todo reconocimiento y derecho a los
elites indígenas en aras de una supuesta igualdad ciudadana que nunca llegaría.
Los europeos no iban a aceptar jamás que existieran reyes indianos, y los
criollos y mestizos tampoco.
El suplicio de los Tupac Amaru,
recreado por Aramayo, permite imaginar lo descabellado que pudo parecer la
propuesta de San Martín… ¿Una monarquía constitucional?, ¿un Inca como rey? Hay
cosas que jamás podrán ser, al menos no en esta era occidental de la historia.
No por nada los retratistas aclaran la piel de San Martín, cuando a sus
espaldas sus adversarios políticos lo llamaban “negro”, palabra que hasta hoy
tiene una carga peyorativa y racista en Argentina.
Los Tupac Amaru puede ser vista como una novela histórica. Sin
embargo, a mi entender, eso no es relevante. Poco importa si los hechos que
narra son verídicos o no, si se exageran o no; incluso, no interesa si estamos
ante una ficción debidamente documentada… Pues el compromiso de verosimilitud
que asuma el lector con la novela dependerá de su ideología, de su
idiosincrasia, de las ideas más profundas e inmarcesibles que haya forjado a lo
largo de su vida.
La novela describe el proceso
revolucionario indígena más importante de la historia y los vejámenes
inenarrables con que respondió la corona española. Estamos ante una historia
épica, de dimensiones colosales. Es una gran novela, que aspira a la totalidad.
Además, bebe de la tradición oral. Esta conduce el decurso de los hechos
históricos, apelando a un lenguaje poético y arriesgado. Por eso, a quien no
conozca verdaderamente esta veta de nuestra literatura, le será muy difícil
abordar este gran proyecto narrativo de Aramayo. Su obra aspira a la
trascendencia, no es un libro para neófitos.
En ese sentido, Los Tupac Amaru es una novela
fundamental. Permite comprender la naturaleza de la relación entre lo
occidental y lo andino, y los elementos implicados en esa problemática: la
religión católica, el problema de la tierra, el sentido de la aristocracia en
el Perú, la minería, el proyecto de nación, la naturaleza del racismo, las
connotaciones de la palabra indio —las cuales, es necesario recalcar, se
reconfiguran luego de conocer de cerca la gesta de los Tupac Amaru— y muchos
otros aspectos más que escapan nuestro análisis. A su vez arroja muchas
preguntas: ¿Desapareció todo vestigio de esa elite indígena liderada por los
Tupac Amaru en 1821, año de la independencia peruana?, ¿queda algún rastro de
esa liminal aristocracia indígena precursora de nuestra “independencia” y de un
proyecto de nación para el Perú? De cara al Bicentenario, es necesario leernos
en Los Tupac Amaru, porque nos
recuerda las fisuras gracias a las cuales supervive este país.
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