“Ser cholo era asumir
la culpa de todas
las desgracias del país y del mundo”
p. 121.
Lo primero que me llamó la atención
de esta novela, escrita por Sergio Galarza, fue el título. (¿Algún día este país será mío?) De alguna
manera intuía que la historia abordaría la búsqueda de identidad en este país
culturalmente fracturado. Y si bien la ficción confesional construida no aborda
directamente este tema, sí lo toca tangencialmente. Es cierto, el título
desiderativo no quiere trabajar el tema de la identidad; y expresa, más bien, el
deseo de conseguir el éxito por parte de dos jóvenes diametralmente opuestos. Sin
embargo, esto es, mal que bien, finalmente una manera, aunque distorsionada, de
buscar pertenencia.
La novela intercala pasajes
confesionales en primera persona, y narraciones en tercera persona de la etapa
escolar de dos personajes: Olaya, quien posteriormente se convertirá en
Zeta—mejor amigo del protagonista— y Chullo, el protagonista, quien narra las
partes confesionales, a modo de una confesión de parte para Zeta. El libro es
una revelación. Chullo, en la etapa escolar, era un matón, no obstante luego cambian
y descubre su verdadera identidad. Y Olaya, que era un lorna en la escuela, posteriormente
también cambia y se convierte en un racista reaccionario. La historia analiza,
a través de la confesión de Chullo, la imposibilidad de esta contradictoria
amistad.
Lo que sigue es predecible. Olaya
alcanza el éxito económico y social: logra su objetivo; en cambio, Chullo,
nuestro protagonista, aspirante a escritor y consecuente hombre de izquierda,
debe conformarse con ser un empleado asalariado. Si bien estos desenlaces son
esperados, el mérito de la novela es que nunca los esconde, pasado y futuro
siempre están presentes en la construcción de los personajes.
Por esta entre otras razones, no
todo es dicotómico en la novela y esto hace su lectura interesante. Así, se
revelan las estructuras jerárquicas y clasistas que imperan en Lima en los
noventa y se complejiza la manera en que se ficcionalizan personajes de distintos
estratos sociales. Otro elemento interesante es el tratamiento de lo masculino
o de lo que podríamos llamar la inflexible y cruel camaradería varonil. Se
recrean momentos escolares que todo hombre nacido antes del siglo XXI ha
vivido. Momentos donde la violencia tenía un rol protagónico debido a la
sociedad totalmente patriarcal en la que vivíamos.
A pesar de todos estos méritos,
pareciera que estamos ante lo que pudo ser una novela mucho más ambiciosa. Hay
muchas referencias a la cultura pop, aunque estas declinan conforme avanza la
narración. Las referencias a la realidad política o social de los 90 a veces no
se justifican y pareciera que están allí no como un trasfondo necesario sino
como una decoración oportuna. Y si bien se describe la Lima tóxica y clasista,
estamos ante una descripción muy superficial y somera. Se siente que se pudo
haber realizado algo mucho más profundo; pues la manera como están articulados
los sucesos (la estructura en general) es harto compleja e interesante, y, por
lo tanto, pudo haberse aprovechado mejor.
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