Admirado Mario:
Llevo días pensando escribirte
esta misiva que nunca leerás. Pido disculpas por adelantado si caigo en un
patetismo extremo, pero esta es la única manera que tengo de lidiar con mis
demonios, dado que todavía no tengo las condiciones materiales ni técnicas para
escribir una ficción que sostenga y exprese todos los fantasmas que me agobian.
Como a muchos de mi generación, tus novelas me convencieron de estudiar
literatura y dedicar mi vida a la tirana pasión de la escritura. Aún recuerdo
que leerte era lucha pero también goce, debía soportar con estoica actitud
aquello que no entendía totalmente, y al mismo tiempo me alegraba con cada
imagen o idea interesante que tus palabras sugerían.
Luego vino el inicio de mi aún incipiente
formación y el descubrimiento del lado intelectual de tu obra, especialmente
como columnista. Se percibía, en el ambiente académico ligado a la Universidad
Nacional Mayor de San Marcos, una ira contenida, una especie de recelo hacia el
Mario Vargas Llosa intelectual y político. Tus coetáneos te veían como un
converso. La posibilidad de cambio que había significado para América Latina la
Revolución Cubana, mediada por tus columnas, llegó a mí como un intento fallido
(mas no por eso poco relevante) que derivó en un cruel autoritarismo. En parte,
gracias a tus ideas políticas, pude darme cuenta de algo que es factible
comprender si no estás cegado por una ideología dogmática: ninguna convicción
política puede pasar por encima de la libertad y la vida.
Entonces, así como tus ficciones
revelaron mi vocación, tus artículos políticos modelaron mi formación
ideológica. Descubrí que el llamado Socialismo del Siglo XXI, principalmente en
su faceta venezolana, era igual de autoritario y perverso que la dictadura
fujimorista. Así, mientras muchos te consideraban un conservador, yo creía que defendías
un auténtico liberalismo que aún hoy escasea en nuestro país. En ese periodo,
enfrentabas tanto la corrupción de Alan García como los desvaríos y el
autoritarismo de Hugo Chávez. No exagero si digo que mi formación política
universitaria hubiera sido distinta sin tu influjo intelectual. Por todo eso,
cuando ganaste el nobel, sentí una alegría inmensa. Tu triunfo fue una
reivindicación de toda la literatura peruana para quienes no pensábamos que
eras un reaccionario y entendíamos que las oposiciones dicotómicas (socialismo-liberalismo,
sierra-costa, regionalismo-cosmopolitismo) eran inútiles y excesivamente
reduccionistas.
Luego de la universidad, durante un breve periodo, fui activista, pues intuía (y quería llevarlo a la práctica) que los cimientos político-ideológicos que habían configurado el progresismo durante el siglo XX necesitaban ser revitalizados y actualizados. Fueron años de compromiso y mucho aprendizaje, reparé en la descomposición de los partidos políticos y en las desmedidas armas que tiene el neoliberalismo (policía, medios de comunicación, operadores políticos) para preservar el statu quo. Nos dimos cuenta que el sistema económico y discursivo instaurado por la dictadura fujimorista era culpable de los principales problemas estructurales del país. Se sigue, inevitablemente, que Keiko Fujimori y los poderes fácticos que ella representaba eran nuestro principal enemigo.
El objetivo de toda una
generación, en plena actividad en estos momentos, es destruir el legado de los
noventa: corrupción institucionalizada, destrucción de las instituciones y
mercantilismo económico. Durante los años que la señora ha hecho política hemos
sido testigos de su catadura moral y lo poco que le importa el Perú, es claro
que ella es el epígono maligno de su padre, creo que es imposible que ignores
lo que representa. Para usar un adjetivo que alguna vez empleaste, la señora
Fujimori encarna una derecha cavernaria que debería quedar enterrada en el
siglo XX. Hoy, te leo, y quiero comprender el miedo que tienes al profesor
Pedro Castillo. Es imposible que no sepas todo el daño que Fujimori le ha hecho
al país; es imposible que ignores las mentiras, sinsentidos y verdaderos motivos
detrás de ese supuesto fraude que alega. Para quienes alguna vez te creímos un
librepensador, tu postura adocenada, tan alineada a los intereses de la hija
del dictador es un ataque a la moral, un golpe bajo.
No quiero pensar que los lujos,
la distancia que te separa del Perú y el acceso a un mundo estratosférico, al
que ningún escritor peruano puede acceder, han aclimatado tu espíritu
disidente. Tampoco es posible que tengas una lectura errada de la realidad; es
decir, no creo que ignores la naturaleza misérrima y putrefacta de Fujimori. Mi
hipótesis es la siguiente: Creo que la historia te ha sobrepasado, sigues
creyendo en el mito del progreso instaurado por la modernidad y en que solo
existen dos caminos, tal como ocurría en el siglo XX. No crees en la
posibilidad de un nuevo camino, en la autonomía vital de un profesor
provinciano. Tu formación, tan ligada a la academia europea, esa que siempre te
ha orillado a pensar de una determinada manera el tema indígena, te impide
pensar que un peruano del ande sea creación heroica, en vez de calco o copia.
Escucho tus entrevistas, leo tus
columnas y lamento que hayas decidido entrar al panteón antes de tiempo. A pesar de haber escrito novelas
descomunales, al final de tus días no eres más que otro periódico chicha o
programa periodístico subordinado al fujimorismo. Es triste. Me hubiera gustado
entrar de la mano contigo al siglo XXI, no hacía falta mucho, hubiera sido suficiente que no te
prestaras a alimentar el discurso de odio que está empantanando al Perú en
estos momentos. Al ver lo que está pasando, es
imposible no pensar que todavía existe un “ellos” en oposición a un “nosotros”,
una “sierra provinciana” en contra de una “costa occidental”, un regionalismo
que significa “el atraso” en contra de un cosmopolitismo que es “el progreso”. Para
quienes nos dedicamos a la literatura, ver recrudecer dicotomías tan obsoletas,
que solo nos conducen al caos y atrasan más nuestro desarrollo como república es
penoso; y que tú hayas ayudado a crear este escenario da la razón a quienes
piensan que eres un reaccionario y deja sin argumentos a los que alguna vez
creímos en ti.
Tacna, 22 de junio del
2021
Escribes muy bien. Deberías escribir un libro algún día.
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