Eclipsadas es un canto de esperanza, que nos invita a reflexionar sobre el rol de la
mujer en la sociedad actual. Está basada en hechos reales, Patricia Burke
Brogan (County Clare, 1932), la creadora, vivió en carne propia las
consecuencias de los abusos cometidos en las Lavanderías de las Magdalenas (Reino Unido), la
última de las cuales se cerró en 1996. La puesta en escena no sacrifica ningún
elemento del texto. Inicia con una pregunta: la hija de una de las “penitentes”
está buscando a su madre. Estamos ante el presente que interroga al pasado, en
el cual se desarrolla la historia. Este recurso impregna mucha solemnidad a la
obra. De alguna manera, no solo se está contando la historia de 6 penitentes
recluidas, sino, la de todas las mujeres que alrededor de 150 años sufrieron
abusos, maltratos y violaciones de todo tipo, en el nombre de Dios, y bajo el
amparo de la Iglesia y la sociedad.
Esta solemnidad, presente al
inicio y al final de la obra, en donde se dan los cortes temporales, debe
convivir con la ternura y la esperanza que se quieren retratar. Pues toda
historia de dolor y sufrimiento, también es una historia de vida y esperanza. Este
es un acierto, tanto del texto como de la dirección. Durante más de 100 años,
cientos de mujeres fueron sometidas a abusos de todo tipo. Por ser madres
solteras, porque fueron violadas, o, simplemente, por “pecar” de licenciosas
fueron recluidas en lugares como la Casa Saint Point (lugar donde transcurren los hechos). Pero la obra no quiere retratar los abusos y los padecimientos, pues,
pese a que los denuncia, el tema principal es la esperanza. Así, la fuerza y la
furia de Brigit (Masha Chávarri), la ternura de la dulce Mandy (Paola Jara) que desea con tu su cuerpo a Elvis
Presley, e, incluso, las dudas de la hermana Virginia (Paola Vera) que cuestiona a la madre
Victoria (Jimena Ballén) son evidencias de vida en medio de la oscuridad. Evidencias de vida que
plantean una pregunta: ¿cómo podía pasar todo esto?
Cómo es posible que, incluso en
nuestros días, solo el 2 % de mujeres ocupe puestos de alta gerencia y dirección, tanto
en el ámbito privado como público, a nivel latinoamericano. Cómo sigue
existiendo un machismo tan acendrado que permite comentarios machistas y hasta
misóginos, de todo tipo, como el clásico: «no sé qué haría con una hija
mujer, mi hijo tiene que ser hombre». En países como el nuestro donde nunca ha
ocurrido una revolución social, sexual; ni siquiera, una revolución política
existen muchas barreras que debemos superar. La discriminación, los abusos y la
violencia están presentes en todos los estratos sociales y en todos los grupos
culturales. Y son las mujeres y las minorías étnicas los que sufren los mayores
estragos que ocasionan los vicios de nuestra idiosincrasia. Por eso, obras como
esta son importantes, sobre todo ahora
que estamos jugando a ser modernos.
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