miércoles, 29 de junio de 2016

ANTÍGONA

La Antígona del Grupo Cultural Yuyachkani quizás sea el monólogo peruano más representado en Latinoamérica. Desde su estreno en el 2000 −año simbólico para Perú− la obra ha adquirido fama internacional, ha sido puesta en México y Argentina, y aquí es constantemente llevada a escena, esto la ha convertido en una obra fundamental del grupo. Fue compuesta por José Watanabe ha pedido expreso de Teresa Ralli y Miguel Rubio, la protagonista y el director, respectivamente. La adaptación de Watanabe logró condensar, nada menos que a través de un clásico, los temores, las frustraciones y los anhelos de una época.

El clásico griego evidencia, como ninguna otra obra, el conflicto entre la libertad del individuo y el poder represor instituido en nombre del bien común. Watanabe y Yuyachkani inscriben la obra Sófocles en la modernidad, fracturada por la conquista del poder. La lucha contra el poder que reprime las libertades implica un compromiso. Solo una adhesión consecuente conducirá a la liberación; sin embargo, al final del camino casi siempre encontraremos el fracaso. Quizás sea esto, el miedo al inminente fracaso, lo que asustó a Ismene e impidió que ayudara a su hermana. En la versión de Watanabe, Ismene relata la historia de Antígona y también su propia historia: la del deseo de aplacar la culpa que la atormenta.


Por más que sean ampliamente conocidos, no es ocioso mencionar los excelentes recursos empleados por Yuyachkani. Con pocos elementos se logra crear una atmósfera envolvente. Por momentos las luces parecen esculpir, perfilar el humo que envuelve el salón, con un ligero olor a agua florida. Ciertos parlamentos, a veces los más sustanciales, están acompañados de acciones precisas que les otorgan más fuerza y energía. A esto, se suma el magisterio de la escuela actoral Yuya, encarnado, esta vez, por Teresa Ralli, quien puede cambiar el registro de su cuerpo, su voz, su mirada de una manera potente, natural y atractiva.

Sin embargo, existen dos aspectos de la obra en los que debemos reparar. De todos los personajes interpretados por Teresa, Hemón es el menos severo, el que tiene menos sustancia, y si lo comparamos con Antígona, Creonte o Ismene, Hemón desluce completamente. Dos escenas son vitales en la Antígona de Sófocles. En la primera, cuando Antígona es llevada a palacio y se declara culpable, Ismene quiere aceptar el mismo castigo que ella, pero Antígona la desprecia, esto alimenta la culpa de Ismene. En la segunda, Hemón pide a su padre que libere a Antígona, al inicio trata de hacerle notar que su decisión no es respaldada por el pueblo, lo que podría generar perjuicios para su reinado, pero Creonte no cede, entonces Hemón lo acusa directamente de ser un tirano, su pedido se transforma en un ataque mordaz: «A ti, lo que te iría bien es gobernar, tú solo, una tierra desierta». En la versión de Watanabe vemos a un Hemón pusilánime, cuando mucho exhorta a su padre. Se nos impide ver a Creonte siendo acusado por su propio hijo. Quizás este cambio sea lo que convierte a Hemón en un personaje de segunda categoría, y ello le quita presencia dramática.


Finalmente, se puede apreciar un cambio en el transcurso de la obra. En la primera parte los cambios de los personajes nos sorprenden, Creonte surge sin que nosotros lo podamos prever, avizoramos a Antígona, pero no estamos seguros de que ella será el siguiente personaje que cobrará vida en escena. Posteriormente, quizás de la mitad en adelante, el sugerente desconcierto inicial se pierde por completo, sabemos qué personaje será el próximo. Estos cambios se pueden detectar en el texto. Al inicio de la obra, la narradora, Ismene, utiliza el pretérito, cuando mucho sugiere que personaje aparecerá. Pero luego, cambia la voz, se convierte en narradora testigo, anticipa la participación de cada personaje, y utiliza el discurso indirecto e indirecto libre, de modo que, los personajes hablan a través de ella incluso antes de salir a escena. Así, salvo la parte inicial y el desvelamiento y la redención final de Ismene, la mayor parte de la puesta en escena estamos ante una narradora testigo que describe una secuencia lineal de hechos y anticipa la participación de los personajes. Esto puede parecer una cuestión anecdótica, pero sin duda, si la conmoción inicial se hubiera conservado, otro sería el resultado de la composición.



*Existe una entrevista a José Watanabe, publicada el 2002, en La Gaceta, titulada Antígona: Disolverse en la luz; es sumamente valiosa, revela detalles interesantes de la composición. 

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