La Antígona del Grupo Cultural Yuyachkani quizás
sea el monólogo peruano más representado en Latinoamérica. Desde su estreno en
el 2000 −año simbólico para Perú− la obra ha adquirido fama internacional, ha
sido puesta en México y Argentina, y aquí es constantemente llevada a escena,
esto la ha convertido en una obra fundamental del grupo. Fue compuesta por José
Watanabe ha pedido expreso de Teresa Ralli y Miguel Rubio, la protagonista y el
director, respectivamente. La adaptación de Watanabe logró condensar, nada
menos que a través de un clásico, los temores, las frustraciones y los anhelos
de una época.
El clásico griego evidencia, como ninguna
otra obra, el conflicto entre la libertad del individuo y el poder represor
instituido en nombre del bien común. Watanabe y Yuyachkani inscriben la obra Sófocles en la modernidad, fracturada por
la conquista del poder. La lucha contra el poder que reprime las libertades implica un compromiso. Solo una adhesión consecuente conducirá a la liberación; sin embargo, al final del
camino casi siempre encontraremos el fracaso. Quizás sea esto, el miedo al inminente fracaso, lo que asustó a Ismene e impidió que ayudara a su hermana. En la versión de Watanabe, Ismene relata la
historia de Antígona y también su propia historia: la del deseo de aplacar la
culpa que la atormenta.
Por más que sean ampliamente conocidos, no
es ocioso mencionar los excelentes recursos empleados por Yuyachkani. Con pocos
elementos se logra crear una atmósfera envolvente. Por momentos las luces
parecen esculpir, perfilar el humo que envuelve el salón, con un ligero olor a
agua florida. Ciertos parlamentos, a veces los más sustanciales, están
acompañados de acciones precisas que les otorgan más fuerza y energía. A esto,
se suma el magisterio de la escuela actoral Yuya, encarnado, esta vez, por
Teresa Ralli, quien puede cambiar el registro de su cuerpo, su voz, su mirada
de una manera potente, natural y atractiva.
Sin embargo, existen dos aspectos de la
obra en los que debemos reparar. De todos los personajes interpretados por
Teresa, Hemón es el menos severo, el que tiene menos sustancia, y si lo
comparamos con Antígona, Creonte o Ismene, Hemón desluce completamente. Dos
escenas son vitales en la Antígona de Sófocles. En la primera, cuando Antígona
es llevada a palacio y se declara culpable, Ismene quiere aceptar el mismo
castigo que ella, pero Antígona la desprecia, esto alimenta la culpa de Ismene.
En la segunda, Hemón pide a su padre que libere a Antígona, al inicio trata de
hacerle notar que su decisión no es respaldada por el pueblo, lo que podría generar
perjuicios para su reinado, pero Creonte no cede, entonces Hemón lo acusa
directamente de ser un tirano, su pedido se transforma en un ataque mordaz: «A
ti, lo que te iría bien es gobernar, tú solo, una tierra desierta». En la
versión de Watanabe vemos a un Hemón pusilánime, cuando mucho exhorta a su
padre. Se nos impide ver a Creonte siendo acusado por su propio hijo. Quizás
este cambio sea lo que convierte a Hemón en un personaje de segunda categoría,
y ello le quita presencia dramática.
Finalmente, se puede apreciar un cambio en
el transcurso de la obra. En la primera parte los cambios de los personajes nos
sorprenden, Creonte surge sin que nosotros lo podamos prever, avizoramos a
Antígona, pero no estamos seguros de que ella será el siguiente personaje que
cobrará vida en escena. Posteriormente, quizás de la mitad en adelante, el
sugerente desconcierto inicial se pierde por completo, sabemos qué personaje
será el próximo. Estos cambios se pueden detectar en el texto. Al inicio de la
obra, la narradora, Ismene, utiliza el pretérito, cuando mucho sugiere que
personaje aparecerá. Pero luego, cambia la voz, se convierte en narradora
testigo, anticipa la participación de cada personaje, y utiliza el discurso
indirecto e indirecto libre, de modo que, los personajes hablan a través de
ella incluso antes de salir a escena. Así, salvo la parte inicial y el
desvelamiento y la redención final de Ismene, la mayor parte de la puesta en
escena estamos ante una narradora testigo que describe una secuencia lineal de
hechos y anticipa la participación de los personajes. Esto puede parecer una
cuestión anecdótica, pero sin duda, si la conmoción inicial se hubiera
conservado, otro sería el resultado de la composición.
*Existe una entrevista a José Watanabe,
publicada el 2002, en La
Gaceta, titulada Antígona: Disolverse en la luz;
es sumamente valiosa, revela detalles interesantes de la composición.
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