jueves, 6 de octubre de 2016

PARÉNTESIS

«El hombre, sin ningún apoyo ni socorro, está
condenado a cada instante a inventar al hombre».
Jean Paul Sartre

Más que una crítica estas líneas serán un tributo a mi amistad con Espacio Libre. Así que hoy, en mi calidad de ser humano, o de tiempo, que es lo mismo, haré uso de mis alas para dar cuenta de un afecto entrañable.

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Resulta evidente que el arte ha perdido casi todo su poder contestatario. Vivimos en un oscuro preludio; nuestra vida cultural, aunque parezca dinámica, yace bajo una sombra agónica. Somos obligados a pensar que «toda actitud crítica resulta redundante y anecdótica frente a su referente social». Se imprimen miles de volúmenes pedagógicos sobre el cuidado del medio ambiente, que incentivan a niños y niñas a ser guardianes de la naturaleza; pero, al mismo tiempo, el gobierno permite la minería ilegal y el tráfico de menores. Vemos fotos de niños sirios sufriendo, agonizando, pero solo son postales, como imágenes del Che-Guevara impresas en tazas, polos… porque sabemos que a quienes controlan el mundo no les importa la humanidad, sino solamente sus intereses estratégicos.

Este es nuestro mundo. Por eso, muchos vivimos desesperanzados o quizás en un limbo agridulce; porfiados, unos, y cínicos, otros. Algo parecido a la resignación es más poderoso que nunca. Sin embargo, todavía existen quienes somos contestatarios, quienes creemos en el poder de una ideología, quienes queremos un mundo libre. Y todavía existen grupos como Espacio Libre, referente de un tipo de teatro eminentemente político y revolucionario. Su casa, mi casa, es una trinchera para los que no renunciamos a la ideología. Y lo cierto es que un teatro sin ideología no es teatro. Todos los demás géneros literarios pueden prescindir de un sistema de ideas y convertirse en cualquier otra cosa; pero para el teatro esto es imposible. Encima de un escenario es donde mejor se pueden vivir y sentir los ideales. Creo en el teatro que hace Espacio Libre; pues creo, como fiel penitente, en la ideología, en que el poder de un sistema de ideas e ideales puede cambiar el mundo.

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Paréntesis, monólogo escrito por Diego La Hoz y en el que actúa Karlos López Rentería, narra la historia de un hombre que, como todos en algún momento, tiene que repensar su vida para tomar una decisión. Pensar su vida es pensar su pasado, su tiempo, y los límites de su existencia…«el mundo me es insuficiente, es demasiado grande y no puedo desmenuzarlo». Como todos los montajes de Espacio Libre, Paréntesis cuestiona conceptos claves de la modernidad; pero aquí, en especial, se problematiza la noción de sujeto moderno. El protagonista juega a ser el tiempo, intenta detenerlo para definirse e intenta definirse para comprenderlo. Espacio Libre siempre ha buscado construir un teatro de la alteridad. Paréntesis es la mejor apuesta para alcanzar ese objetivo, ya que el público cumple un rol fundamental en esta propuesta que pretende una deconstrucción del sujeto moderno.

En un monólogo, a falta de otro personaje en escena, el público debe convertirse en un interlocutor, si queremos que participe activamente en la experiencia dramática. En la mayoría de las obras, cuando el público deja de tener una función pasiva, se convierte en un cómplice. Sin embargo, en la intimidad de un diálogo de dos, es difícil que el espectador exprese solidaridad, camaradería o aquiescencia frente a lo que observa. En este caso deja de ser un cómplice, su función ya no puede ser cooperar o completar sentidos. El proceso intelectual en el que nos involucra este monólogo de estilo brechtiano amerita que repensemos la caracterización del espectador. ¿Hasta qué punto es posible convertirlo en un personaje?  

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Por otra parte, probablemente la mejor manera de intentar pensar el tiempo sea a través del teatro. Porque el teatro es eterno presente, desgaste de energía, relación cinegética entre dos opuestos complementarios; pero todo ello dentro de un periodo establecido que permite conmensurar un flujo determinado. Según Stephen Hawking lo que nos permite percibir el tiempo es la entropía inherente al sistema físico; es decir, el desgaste que se genera cuando transcurre eso que llamamos tiempo. Así estemos quietos, sin hacer nada, nuestro cuerpo físico y quizás también nuestro cuerpo espiritual están en entropía, perdiendo energía. Ante esta inevitable perdición–pérdida de energía− el ser humano no tiene escapatoria. Paréntesis intenta expresar ese aspecto de la condición humana, la paradoja de estar siempre en perpetuo reinicio.



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