Todos los años el grupo teatral
Espacio Libre realiza el Laboratorio Teatral Libera(c)ciones. Un espacio de experimentación
al que acuden estudiantes «para confrontar y expandir sus ideas escénicas». La
característica principal de este laboratorio es que utiliza como disparador
creativo un texto ficcional no teatral. Discreto
comedor de humo, cuya temporada acabo recientemente, es la obra con la que
se concluyeron las investigaciones del año 2016, la dramaturgia y dirección
estuvieron a cargo de Karlos López Rentería y el disparador creativo fue La epístola a Belardo (1621) de Amarilis.
El tema principal de La epístola a Belardo es la admiración
por la obra de Lope de Vega. Amarilis, poeta indiana hasta ahora desconocida,
utiliza la epístola para comunicarse con el Fénix de los ingenios. Ella conoce
a su destinatario, admira su obra y siente la necesidad de reconocer su talento.
Así, la lección que nos deja Amarilis es que la verdadera obra de arte es
aquella que provoca una respuesta creadora; una respuesta como la que Lope
provocó en ella. Una obra de arte siempre nos invita a convertirnos en
creadores, en poetas. Y eso es lo que intenta lograr Discreto comedor de humo: convertir al espectador en un creador.
Uno de los grandes protagonistas de esta
propuesta es el misterio. El objetivo es involucrar al público pero también a
los actores en un ejercicio de reflexión metateatral. Por lo tanto, se plantean
preguntas como ¿cuál es la naturaleza del teatro?, ¿qué relación existe entre
el público y los actores?, ¿cuál es el rol que cumple la creación en el teatro?...
Sin embargo, ninguna pregunta tiene una
respuesta clara. En palabras de Karlos López Rentería « (…) el teatro es de los actores. ¿Pero la
obra? ¿A quién le pertenece la obra? ¿Quién cuenta? ¿El público o los actores?
Estos cuentan, esos la construyen». En Discreto Comedor de Humo existe un poeta: el
público. Pero también existe un poeta dentro de escena; uno de los actores interpreta,
por momentos, a un poeta…
Quién
es el poeta, quiénes son los actores, quién es el público… qué rol cumple el poder
y sus instituciones cuando vamos a ver una obra de teatro… Las preguntas se
vuelven cada vez más complejas. Incluso hay ataques y reclamos frontales al público,
los cuales buscan sacarlo de su zona de confort. Durante toda la obra se
plantea un juego de roles, cuando unos actúan otros observan, por un lado está
el público y por otro los actores… a veces algunos no observan o no quieren
observar, son indiferentes; otras veces alguno se puede quedar ciego, quizás el
poeta, quien se supone es el creador… Los actores actúan, algunas veces para
expresar sus emociones; otras, simplemente, para contarnos una historia; y a
veces, inclusive, son obligados a actuar a través de una amenaza. Siempre
gobierna la confusión, el humo, la neblina. De esta manera se intenta explorar
los distintos elementos, internos y externos, que confluyen en la creación
escénica.
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